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Tesoro en el cielo(A)

32 »No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino. 33 Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye, 34 porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

El siervo vigilante

35 »Tened vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas; 36 sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que, cuando llegue y llame, le abran en seguida. 37 Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles. 38 Y aunque venga a la segunda vigilia o a la tercera vigilia, si los halla velando, bienaventurados son aquellos siervos. 39 Pero sabed esto, que si supiera el padre de familia a qué hora el ladrón había de llegar, velaría ciertamente y no lo dejaría entrar en su casa. 40 Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis el Hijo del hombre vendrá.»

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